Vuelta al dossier del Mogreb Atlético de Tetuán.
A finales de la década de los años 50, cuando la Liga no hacía más que
despegar tras los protectorados, a los niños de entonces se nos enseñaba en el
viejo Varela, la Hípica o Sania Ramel a ser buenos espectadores de fútbol. A
animar al equipo de nuestra ciudad aplaudiendo, cantando o gritando pero,
siempre, respetando a los espectadores del equipo visitante que se encontraban
esparcidos donde mejor sitio encontraban.
De esos graderíos nacían nuevas amistades entre los hinchas locales y
los visitantes. Unos y otros aprendían de los valores del contendiente. No se
escuchaban palabrotas gordas y, muchas veces, cuando a alguien se le escapaba
alguna de esas expresiones, se disculpara o –incluso- se iba a otro lugar de
los graderíos si había cerca una mujer o algún niño.
Nos enseñaban que el fútbol era un valor añadido a la formación humana y
social del “ser” para ser un ciudadano de utilidad y valía para su entorno.
Es cierto que el Mogreb padecía la fobia de los sureños federativos,
afrancesados y llenos de egocentrismo deportivo a costa de cualquier ética
deportiva y moral. En parte, porque padecían de esa cultura por no habérsela
proporcionado el invasor francés, pero, a nivel “hinchas”, el fútbol fue un
medio valioso para la unificación de las dos zonas, lo que el partido político
gobernante no conseguía por sus reevendicaciones de ser partido único y por las
masacres llevadas en diferentes puntos del país contra afiliados a otros
partidos.
Crecimos en ese ambiente en el que se sabía de antemano que el equipo X
tenía que llevar la Liga o conseguir la Copa. Se comentaba entre los
aficionados y se notaba en los rectángulos de juego y a la vista de arbitrajes
que eran ejemplos a no seguir. Aún así, se nos educó con valores como el
respeto al contrario, la aceptación de los malos resultados como parte del
deporte y otros.
Actualmente, después de tres temporadas nada agradables y en las que
hubo de todo lo indeseable en el seno del Club rojiblanco; después de tres
ligas en las que se salvaba el equipo del descenso –no por milagro- sino porque
había equipos peores; después de gestiones económicas y deportivas nefastas e
impropias hasta de directivos noveles, el Mogreb se liberó de esas garras
nocivas y dañinas para dar paso a una nueva era.
La nueva Directiva del Mogreb introdujo cambios en sus Estatutos, renovó
al entrenador local, empezó a saldar cuentas acumuladas con la FIFA y con la
Liga, relativas a deudas debidas a jugadores y técnicos, renovó su modo de
administrar la vigencia del Club, confió en el rejuvenecimiento del primer
equipo, soportó la huida de varios jóvenes valores que fueron captados por el
que dice ser el mejor Club de la Liga … y empezó el campeonato con un baile federativo
lleno de improvisación y despropósitos organizativos a nivelo de los
responsables de la Liga Pro, que de profesional no tiene más que el nombre.
La hinchada apoyaba a los nuevos dirigentes para salvar un destino que
parecía muy oscuro. El nuevo equipo director tenía que saldar los errores de
sus predecesores de tres años de ceguera deportiva, y embarcar con la tormenta
que se les avecinaba en ausencia de los requisitos mínimos para afrontar una
competición a la que todos los equipos se habían preparado menos el Mogreb. No
tenía fondos, se vendieron los astros y se nos quedó lo que se nos quedó. No se
podían fichar jugadores decisivos – si es que los hay- y empezó la Liga con
dificultades pero sin perder nunca la esperanza.
Vemos mejorar el equipo a todos los niveles. Se nota el conocimiento del
entrenador y la madurez paulatina de los jóvenes. Hemos ido confiando en esos
trabajos pese a que los arbitrajes y esa “falta de madurez” nos fueron privando
de puntos decisivos.
Aún así, el Mogreb ha recuperado su señorío y su presencia por esos
campos que ara. Se nota un buen trabajo de elaboración técnica y táctica pese a
no ser del nivel deseado. Por eso, y por más razones y referencias, tenemos que
tener fe en el colectivo del Mogreb. Hoy, más que nunca, hemos de
solidarizarnos con el Club y con el equipo con todos sus componentes. El Mogreb
no es solo “los títulos”… que estos tienen sus dueños, sino es el saber estar y
el ejercicio de un amor incondicional, en la dicha y en la desdicha.
No veo porqué cualquiera que tiene una cuenta en las redes sociales
tenga que criticar una labor tan loabre y tan de agradecer por parte de los
componentes del Club. Es cierto que no somos los mejores pero es cierto, también,
que no somos los peores.
Somos lo que somos, y el trabajo y la buena visión nos hará seguir
mejorando.
Hay que dejar trabajar a quienes lo están haciendo con la mejor
intención y sacrificio pese a que las circunstancias no sean las más óptimas.
Tengamos confianza en el Mogreb y en sus gentes.
Volveremos a la gloria deportiva con el apoyo de todos, incluso de los
que critican sin saber que están intentando causar daños con sus ilógicas e
infundadas críticas.
Viva el Mogreb Atlético de Tetuán… para siempre.
Ahmed Mgara.